Cuando los PP. Carmelitas emprendieron la construcción de su templo (1903) encargaron para él tres efigies sacras al afamado artista catalán, aunque establecido en Madrid, Francisco Font y Pons. Eran las de Santa Teresa de Jesús y San José (ambas destruidas durante la Guerra Civil) y la monumental de Nuestra Señora del Carmen que hoy continúa presidiendo su iglesia santanderina desde el amplio camarín, talla que fue obsequiada por Dña. Carmen del Campo, Vda. de Roiz de la Parra.
La grandiosa imagen sigue casi al pie de la letra la configuración formal de otras debidas al mismo autor, pero pocas alcanzan su belleza. Impregnada de dulzura maternal y poseedora de una limpia hermosura, aparece asentada sobre las nubes en actitud caminante, con el erguido Niño Jesús sujeto por su brazo izquierdo mientras con la mano derecha ofrece el Escapulario a sus devotos, a los que mira y sonríe desde lo alto. Muy lindos resultan también los tres ángeles niños que pueblan la nube situada bajo los pies de María, a la que parecen dirigir alegres piropos.
En el año 1954 el P. Juan José de la Inmaculada escribía un hermoso texto sobre esta obra, que reproducimos a continuación por estimar que ninguno mejor que él puede aproximarnos al historial devoto de la efigie. Dice así:
"Cuando a nuestros labios viene ese nombre suavísimo de Virgen del Carmen, parece que paladeamos su dulzura. La Virgen del Carmen, la Madre de Dios, que muestra en su Escapulario un apoyo seguro donde estriba nuestra esperanza, tantas veces puesta a prueba en las tormentas de la vida, es el amable refugio de todos los cristianos.
Pero cuando nos postramos ante la inspirada estatua de María, Reina de Santander desde su trono del Carmen, el fervor sube de punto; nos sale del alma la Salve.
¡Qué bello retrato de la Virgen, tan Señora y tan tierna! ¡Reina y Madre a la vez! ¡Cuántos suspiros has arrancado en los cincuenta años que presides tu bonita iglesia! ¡Y cuántos ojos turbios de pasión y habituados a mirar mal, se han clarificado y enternecido ante la suave y serena sonrisa de los tuyos!
Pero hay más todavía. Hay algo que muchos ignoran. Esa bella imagen es milagrosa, repetidas veces milagrosa.
Hace más de medio siglo que el gran Francisco Font se disponía a trasladar a Santander la preciosa estatua, que con tanto cariño había trabajado. Ya dejaba para siempre el andamiaje de su taller y el artista la veía descender desde abajo con la sonrisa en los labios, como correspondiendo a la que él mismo había prendido en el rostro de la Señora.
Mas, inesperadamente, hubo una inhábil maniobra y la estatua se desprendió de las manos de los que la bajaban... Todos la vieron caer pesadamente sobre el escultor para aplastarle contra el pavimento... Pero sucedió algo milagroso, que llenó de pasmo a los operarios. La imagen se desvió en el aire viniendo a caer, sin sufrir el menor desperfecto, a un lado del artista.
El susto se trocó para todos en muda admiración, y a pesar de ser sujetos bien poco religiosos, los obreros confesaron con sinceridad que allí había habido una providencia especial de la Virgen para su fiel escultor, agradecida a lo mucho que contribuía a su honra al plasmar tantas y tan bellas y devotas imágenes suyas.
Parece ser que este hecho, memorable en la vida de D. Francisco Font, sucedió un 4 de septiembre, y en agradecimiento todos los años en esta fecha encargaba una misa de acción de gracias. Su hijo D. Ricardo recuerda cómo el año 1912 esa misa fue solemne y celebrada al pie de la misma Virgen milagrosa, en el altar mayor del Carmen de Santander.
Aún antes de ser entronizada y de recibir culto público, María Santísima se dignaba otorgar un favor tan especial a su devoto hijo.
Milagroso también se puede considerar el modo cómo la Virgen supo alejar a los profanadores, durante los tristes días de 1936. Ocupada la iglesia y convento para usos políticos y militares, unos ruidos misteriosos infundieron el pánico en aquellos bravos; y se retiraron, dejando a la Virgen sola en su templo, para que a falta de fieles devotos los ángeles bajasen y la sirvieran.
Hubo, sin embargo, un episodio doloroso, pero que a la vez esmalta con un nuevo primor la belleza de esta imagen. En los momentos en que el Carmen era invadido por las hordas, un miliciano tuvo la satánica idea de dispararla su fusil... Nuestra preciosa Virgen tiene balas en su cuerpo. Es Virgen y mártir... La cicatriz que tanto embellece el rostro del soldado, es un encanto más de la Virgen del Carmen santanderina.
¡Toda hermosa eres, María! canta la Iglesia, y qué bien podemos aplicar estas palabras a los retratos de la Reina de los cielos y de los mares, de la Reina del amor y de la belleza!
¡Toda hermosa eres, María! en tu verdadero retrato del Carmen de Santander. Y Dios ha querido añadir a tu inmutable belleza la hermosura sobrenatural de los milagros.
¡Mirad arriba, ojos olvidados de Dios! ¡Mirad a lo alto, corazones angustiados! Y veréis a la Virgen del Carmen, que hoy como ayer hace milagros al que con fe y humildad se los pide".
La escultura fue restaurada en los primeros meses de 2001 por la especialista Marisol Bolado Muñoz, quien realizó su trabajo "a pie de obra", es decir, sin mover de su lugar la imagen, dadas las dificultades que hubiera conllevado otra cosa a causa del tamaño y volumen de la efigie.
Al mismo tiempo que era encargada esta talla monumental en 1903, se encomendaba también al propio Font la realización de otra, de una altura aproximada a 1,25 m., para organizar con ella las procesiones de los Terceros Domingos por las naves del templo y la solemne del 16 de julio que recorrería las calles próximas al templo carmelitano. Esta versión, igualmente muy bella si atendemos a los testimonios de entonces y a algunas fotografías que subsisten, resultó destruida en 1936.
Una vez más fue el escultor reiteradamente mencionado el autor de la imagen que protagoniza el impresionante cortejo del día del Carmen desde el año 1923 y que brevemente vamos a historiar a continuación.
En el acta de la Junta General de la Cofradía celebrada el 29 de octubre de 1922, que presidía el a la sazón Director P. Jeremías de Jesús, leemos lo siguiente:
"(...) Se hizo eco también (el citado religioso) de las reiteradas manifestaciones de muchas personas de que la imagen de la Virgen que se sacaba en las procesiones, si bien es hermosa y proporcionada para las que se hacen por el interior de la iglesia, es de tamaño muy reducido para sacarla por las calles y no lucía todo lo que debía, máxime en una procesión tan numerosa y brillante como la que se hace en el día del Carmen. Y dijo que esta preocupación no era solamente de ahora, pues hace tiempo que las Juntas de la Cofradía tenían el propósito de hacerse con otra imagen para la procesión del día del Carmen, como constaba en un acta del tiempo en que el finado P. Daniel (q.e.p.d.) era director de la Cofradía, en la que está el acuerdo de mandar construir otra imagen mayor para la procesión del citado día. En vista de ello anunció el P. Jeremías su propósito de encargar la imagen al mismo escultor que hizo la pequeña y también la del altar mayor, pues el que hizo las dos tan hermosas y devotas era de esperar que también haría bien la tercera. Y cuando ésta se tuviera, se sacaría el día del Carmen y en alguna otra ocasión que pudiera ocurrir y se dejaría la pequeña para las procesiones por el interior del templo. Manifestó que aunque la Cofradía tenía algunos fondos para la imagen, si alguna persona devota y generosa quería contribuir con algo para costearla la misma Virgen se lo premiaría y la Cofradía se lo agradecería (...)".
Encontramos más noticias en el acta de Junta General celebrada por la piadosa asociación el 1 de julio de 1923:
"(...) Añadió (el P. Jeremías) que la nueva imagen de la Virgen que se proyectaba adquirir para sacarla en la procesión del día del Carmen por la calle se había traído ya y se había bendecido solemnemente en la iglesia el mes anterior; la cual, como habíamos podido observar, es muy hermosa y su coste había sido sufragado por una piadosa familia que manifestó este deseo. Y esta imagen, notablemente mayor que la otra que se venía sacando antes, luciría mucho más, indudablemente (...)".
En efecto, la talla fue costeada en su integridad por D. Enrique Huidobro Ortiz de la Torre "agradecido por haber salido bien, contra toda esperanza, por intercesión de la Virgen del Carmen, de una difícil operación, durante la cual le administraron la Extremaunción sobre la mesa de operaciones" (P. Juan José de la Inmaculada: Monografía del Convento de Padres Carmelitas Descalzos de Santander; Santander, 1 955, p. 23).
Cuando D. Francisco Font recibió el encargo de la nueva efigie para nuestra procesión, en 1922, ya casi rondaba los 75 años. Había esculpido en su vida muchas imágenes de la Virgen del Carmen y en ésta quiso poner lo mejor de sí por dos motivos: uno, por el entrañable cariño que profesaba a su gran talla santanderina del altar mayor; otro, porque veía en la incipiente obra su creación póstuma, su último homenaje a la Madre del Carmen. Y la hizo estilísticamente parecida sí, pero formalmente distinta a todas las anteriores: más recogida que ninguna, más íntima que ninguna, más joven y bella que ninguna. En el ocaso de su vida esta Virgen es, cosa curiosa, una explosión de frescura y de pureza, como un canto enamorado a la eterna juventud de María.
De suerte admirable, la talla se salvó de la destrucción durante la Guerra Civil, a pesar de hallarse en las dependencias de la casa conventual, fácilmente accesible. Un tanto deteriorada por los años y el trasiego de las procesiones, fue restaurada con gran acierto en 1995 por la especialista local Marisol Bolado Muñoz, a expensas de la Cofradía del Carmen.
Tal ha sido la fuerza devocional de esta imagen (la cual, curiosamente, nunca ha estado al culto) que innumerables veces fotografías suyas han ilustrado los carteles anunciadores de las Novenas anuales en honor de la Virgen del Carmen de media España (yo la he visto en Burgos, en Logroño, en Oviedo...). Lo mismo, cuando los responsables de las Cofradías de esta advocación diseminadas por toda la nación decidieron editar un tríptico informativo conjunto, hará ya cerca de medio siglo, unánimemente eligieron como portada para él una ilustración de la Virgen procesional de Santander, lo que luego tengo entendido se repitió en Portugal y en Polonia.
Sobre el maravilloso juego de corona, aureolas (para la Virgen y el Niño) y cetro, merecen un capítulo aparte que le dedicaremos en otro lugar.
Concluyo esta crónica señalando que la imagen actual de los Terceros Domingos, que puede verse a diario en la capilla anexa al templo carmelitano, fue adquirida después de la Guerra Civil y no tiene interés artístico, pues es seriada. Lo mismo cabe señalar de otras existentes en los locutorios, capilla privada de la comunidad religiosa, etc.
AUTOR: Francisco Gutiérrez Díaz